viernes, 10 de febrero de 2017

Carpe diem.

Los cielos amanecen tomados, ya lo sabía desde hace tiempo, desde que empezamos a planear pasar el día en Santa Monica; elegimos una mala fecha, como el controlador Lloyd Bridges en "Airplane", cuando se acordaba de sus vicios. Quedaba la esperanza del error en las predicciones, pero va a ser que no.
Y en los sitios que llueve poco, cuando llueve es una petardada.
Cuesta olvidarse de lo que pasa en el mundo. Hoy me han dicho que a lo mejor hay que hacer caso al Carpe diem, de los romanos. Seguro. Solo se vive una vez y el momento hay que cogerlo por los huevos- con perdón- o cualquiera que sea el asa que tengan.
Lo que ocurre es que dicho pensamiento viene por las noticias de alguien que está sufriendo en su lucha contra el cancer, lleva ya varios años de operaciones, radio , químico, en todas las variantes más modernas. Su cuerpo lo paga, el sufrimiento es diario y el ejemplo también. Ejemplo a su familia, a todos los que les rodean y ejemplo a los que no estamos en el día a día.
De ahí el Carpe diem.
Un dolor de esas características nos mueve, nos hace reflexionar. No lo consigue la vulgaridad, ni la estupidez, ni la manipulación; eso que se observa en la mayoría de los movimientos-llamados información- inventados para conseguir objetivos, políticos en la mayoría de los casos.
La muerte es lo único todos los humanos compartimos junto al nacimiento. El camino es lo que suele diferenciarse y como nos comportamos en nuestro andar.

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