domingo, 9 de abril de 2017

El tiempo eterno.

Las estampillas que vendían a las puertas de las iglesias en Madrid y las palmas, es la mezcla entre recuerdos, de la misa del domingo de pequeño por estas fechas y el comienzo de la Semana Santa, al fin y al cabo nací en Domingo de Ramos.
Luego dentro del templo, un largo Evangelio según Mateo que permitian que escuchases sentado, sin  homilia. No había tanto puente ni tanta posibilidad de mar o montaña, ni tanto tráfico, tampoco como ahora en Egipto llegaban noticias de atentados.
Lo cierto es que siempre han existido, de hecho lo que pasó en ese domingo en Jesuralen es que alguien, que nunca había hecho sino el bien, fue aclamado en su entrada. Se celebraba la Pascua de los judios, luego los acontecimientos se precipitaron y el santo de la borrica fue hecho prisionero, torturado y condenado a muerte y muerte de cruz, la más horrible de la época, por la presión de los sumos sacerdotes y el sello de Roma. Lo de lavarse las manos es un gesto inútil .
No se sabe bien de que se le acusaba, sonaba a política y manipulación, al fin y al cabo solo había hecho el bien.
Lo cierto, lo curioso es que judios, musulmanes, cristianos bautizados poco creyentes, probablemente coinciden en que fue así. Un hombre santo, profeta, bueno e incluso ingenuo.
Claro que si todo acaba ahí no deja de ser un personaje más. Lo fundamental es que luego, en una semana más, pasada la oscuridad, tristeza, depresión y dolor, ese mismo Nazareno resucitó y esos son palabras mayores, imposible de demostrar los hechos y muy complicado de entender para cualquiera. Solo se puede sentir a través de la fe, y entonces uno se pone a merced de algo inexplicable sin miedo como un barquito de papel en medio de la corriente y sonríe.

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