sábado, 29 de abril de 2017

Los 100 primeros días.

Esto de la redes sociales da para mucho, sobre todo para los estudiosos, tertulianos o analizadores de la sociedad.
Recuerdo estar en USA cuando Mr. Trump juró su cargo en la escalinata del Congreso de Washington con la parafernalia habitual, las profesionales medidas de seguridad y la impresión ( por las reacciones) en muchos ámbitos de que no había ganado sino todo lo contrario. El resultado fue su victoria, no la del partido republicano, y muchos medios, y personajes con voz en los medios, no acertaron de buen grado la derrota. Se preveía un cataclismo.
Estos cien días se han caracterizado por manifestaciones del que califican como ignorante inquilino de la Casa Blanca. Ha formado gobierno, su familia está en todas las salsas, hay un nuevo Chief Justice, hay muchos altos cargos pendientes de aprobación, se han rebajado los impuestos, no hay muro, se ha reunido con los más relevantes para él en estos momentos y ha dado titulares y titulares; sin embargo en substancia todavía no se ha hecho nada. Un Grupo de Combate se desvió de su ruta y confundió Australia con la península de Corea, a pesar de los satélites.
Eso si Twitter, Face Time, Instagram, parecen los nombres del secretario de Estado, Defensa o el portavoz de su autoridad.
No hace falta ser presidente. Todos formamos parte de algún grupo de whatsapp de dos o de tres, de amigos, compañeros o familiares. Es quizás un buen medio para volver a reconocer la condición humana. Ahí quedan escritas las opiniones no como en las conversaciones, que el viento se llevaba las palabras. Ves a gente repetirse, decir banalidades, obviedades, absurdeces; experimentan la necesidad de decir algo, aunque se contradigan. A veces hasta cuelgan testimonios gráficos de la estupidez humana. Como si todo el mundo quisiera figurar, ser famoso, contar que esta vivo; se ha perdido la belleza del silencio, la paz de la inteligencia o la dulzura de la discreción, aquel nunca te arrepentirás de haber callado.
Claro que en un presidente no es un juego banal de adolescentes o gente que llega tarde a la madurez o nunca llega.

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