jueves, 3 de septiembre de 2020

Cimarrón.

El cine es el cine, los sueños sueños son según nuestro clásico. Sin embargo una peli, como tantas veces, puede servirme para hacer filosofía comparativa barata entre el vicepresidente demonio rojo (ver chiste el del moño rojo gangososo tailandés) y Glenn Ford. Claro que buscar paralelismos entre el hombre que abofeteó a Gilda, seguramente sentenciado por el #Metoo con efectos retroactivos, con este del moño rojo que nos aclara continuamente, sagazmente, amablemente que hay dos sexos, es tarea harto inútil. El demonio rojo es muy didáctico, dirigido al pueblo no tan sabio, aunque las frases, las conversaciones, mítines, entrevistas, se hagan interesantemente largas, repetitivas, llenas de contenido sexual aclarado. El personaje de Ford en el western Cimarron se llama Yancey, un hombre de espíritu libre, abogado,  pionero, ganadero, ranchero, pistolero, editor de periódico, que renuncia a ser rico, ser gobernador, como el del moño rojo incorruptible, no quiere el petróleo de Oklahoma; su hijo sigue su ejemplo, se casa con una guapa india, native american con perdón, tiene que huir también, al final Sabra su emprendedora mujer construye un imperio honestamente. El pobre Yancey no tiene ni chalet en Galapagar, aparece a los diez años cuando se declara WWI con una carta, pidiendo perdón por haberla amado, al año posterior telegrama del Departamento de Defensa comunicando su muerte en combate. A Yancey le erigen la estatua del pionero en Oklahoma. Hijo mío, mira asi sucede lo mismo con el moño rojo en Galapagar. Yo me quedo con doña Rogelia o la Vieja del visillo, ficticias, televisivas, más auténticas. Otro Cimarron en 1931 ganó mejor película y otros Oscars, el tema da para mucho. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario