viernes, 4 de septiembre de 2020

Much ado about nothing versión catalana.

Los de verano azul erraron, Messi se queda con su burofax al hombro, su petición reiterada de me quiero ir. Much ado about nothing, ya lo saben, es una obra del bardo inglés que la traducen al castellano por "Mucho ruido y pocas nueces", una comedia de enredo donde se ponen a darle vueltas a nada substancial, rumores, cotilleos. La acción transcurre en esa península, hoy Italia, que atraía tanto a Shakespeare sin saber si la visitó a ciencia cierta, como muchas de sus cosas es inmortal. A mi un amor, menos shakesperiano o menos romántico, me puso en coyuntura harto complicada, tuve que confesar que lo nuestro no era como lo de Enrique Ponce en esas fotos llenas de pasión desenfrenada, debíamos cortar. Ella me contestó que cortar pero por lo sano mirándome con ojos amenazantes a ese lugar que los toreros llevan tan desprotegido. Cuando me acojoné, ella tomó la iniciativa, me propuso quedarme el verano a su vera, pagarme las copas. Me comporté como un cobarde, vigilado en un club, única discoteca de aquella Ibiza de lunas, playas desiertas, aguas tranquilas, guiris con sandalias de murciano y trajes de Armani, hippies de verdad, catalanes que iban desde Serrat en su Bugatti a mucho catalino imitación, me rendí ante las pesetas, juré como Scarlett O'Hara que nunca volvería a pagar copas. Una noche toledana, me cogió infraganti en un renuncio, la noche era larga, los días calurosos, el verano eterno. En aquella discoteca única le dije a Tomeu el insigne de la barra:- "Hoy pago yo. Jamás iría a juicio contra el club de mi vida". Claro que probablemente estaba borracho.

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