El mundo ha vivido acojonado durante algún tiempo, porque el ser humano es propenso al acojonamiento, individual y colectivo, aunque haber hay valientes. Llegó el covid ese, un coronavirus puñetero, al parecer desde China , ese gran país, como el oso panda de Enrique y Ana; el pánico llegó a los dos/tres meses, recuerdo que en febrero, finales de 2020, pude ver "Hamilton" en Londres, lleno hasta la bandera, sin toros, con muchos ingleses a esa corta distancia de los viejos teatros del West End. Luego ya conocen el relato un señor contaba sus historias como experto del gobierno en la tele, en USA era Fauci, se hacía famoso, nos confinaban y mascarilla al canto, mucho desconcierto no sólo en La Condomina. Al principio mucha gente falleció por uno u otro motivo, los primeros los que dan el callo en los hospitales, vanguardia como el militar profesional en combate, los más vulnerables por su estado de salud. Los científicos, al menos algunos, fueron capaces de lograr una vacuna, con variantes que permitió en tiempo record capear el temporal, afortunadamente esto no era 1918 con la mal llamada gripe española. No podemos recuperar a los muertos, el sufrimiento de los que padecen consecuencias graves también duele, y los que seguimos aquí no se si hemos aprendido algo al menos nos hemos percatado que muy inmortales no somos, que hay que valorar lo que tenemos, ser agradecidos y concentrarnos en lo esencial dentro de nuestra brevedad. El resto de gilipocheces se las dejamos al gobierno (casi siempre al de turno) con el presidente a la cabeza y los políticos profesionales.
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