sábado, 30 de abril de 2022

Mis santos cojones.

No es una frase propia, los  testículos no pueden ser santos, pero hay que reconocer que es gráfica, llena de contenido, muy hispana. Casi siempre hay que aguardar a que alguien se muera para que digan algo como definitivo, porque la muerte es definitivamente humana, normalmente en el buen sentido porque en todo lo que hacen los humanos hay mucho remordimiento, si sé es español educado con raíces cristianas  a lo mejor más remordimientos. Estos días, uno en concreto, ha fallecido Juan Diego no aquel indio del rosal que es santo sino el actor, rojo recalcitrante, sevillano, con mucho arte para la escena, reconocido en la profesión y por el público, por ello su cadáver fue velado en el teatro Español con justicia. Por supuesto todo el mundo cree saber quién es, conocerlo por alguna película o esas series de televisión no se acuerda de Estudio Uno, "el Tenorio", "el Enfermo imaginario" o "Muerte de un viajante", u otras, que nos hicieron disfrutar con algo tan sencillo, tan inmenso como el teatro, un buen texto, un director, un montaje sin pretensiones y actores. El único don Luis Sánchez Polack diría santo varón.

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