Reconozco que Jerusalén es una ciudad especial, no se si la razón es que vas con cierta predisposición, por tu educación, ideas o creencias, te preguntas si estas pisando los mismos lugares; hay algo que no me gusta y es la gente, masa, turistas, vendedores locales, todos juntos en un ruido de razas; afortunadamente a las cinco de la madrugada, oscura, de un día en el mes de Febrero atravesé la ciudad vacía para llegar a la iglesia del Santo Sepulcro, aquella si fue una sensación especial. Hoy es Jueves Santo en el mundo católico. El Jueves Santo al anochecer
comenzó una actividad intensa en la misma Jerusalén, hace... muchos años,
probablemente era un 5/6 de Abril. Se celebró una cena, presidida por un hombre de nombre Yesua, original de Nazareth, donde todo olía a despedida, se celebraba la
Pascua judía en una ciudad abarrotada, todos los allí presentes eran galileos, hebreos
practicantes que se tomaban en serio su religión de muchos siglos,
tradiciones, profetas, patriarcas y elegidos por su Dios. Esperaban un
Mesías que les devolviese a la gloria de David y Salomón, tenían un
templo magnífico, los romanos eran invasores/tiranos/paganos y los
propios israelitas estaban divididos en sectas/visiones/intereses. Aquel
hombre fue prendido con nocturnidad y alevosía, aunque era un hombre de paz, con fuerza armada, en un huerto de olivos milenarios, un lugar de sosiego, olores,
frente a la muralla en su zona este. Aquellos que pretendían deshacerse de Él lograron su propósito, ahora necesitaban en esa larga noche que la autoridad romana sentenciase.
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