En California, US, potencia económica, estado poderoso, no todo es playa, también hay árboles gigantes, picos elevados y mucha belleza; fue un buen descubrimiento el de los hombres de Cortés
¿Qué pensarían?
Mientras conduces, con a/c y una coke fría, en un coche automático amplio que gasta mucha gasolina, no te puedes identificar con aquellos hombres del siglo XVI; mi vergüenza me impide intentar ponerme en su lugar. Soy un privilegiado, sin caballo ni nada que perder.
Lo primero que se me ocurre es que estas en un país, en un estado de una república y pasas de los desiertos de Mojave y los aspectos lunares de The Death Valley, a las montañas de más de 3.000 metros o los árboles del Sequoia national park.
¿Qué pensarían aquellos pioneros de los carromatos o los buscadores del oro de la Sierra Nevada que dejo a la izquierda, al oeste?
En invierno con buena nieve se puede disfrutar de la zona de Mammoth Lakes, hermosa, de aspecto suizo, con hoteles a pie de pista y una temperatura de gozada después de los desiertos y los más de 40 grados centígrados.
Entras en Yosemite park por el este, a través del Tioga pass que cierran de noviembre a mayo, no me extraña. En verano es una entrada de 30 dólares de peaje y en espera de que el oso Yogui, el de Yellowstone, aparezca, resulta valido para una semana.
Todo es belleza, naturaleza a tope, desde El Capitán y su retadora escalada hasta cualquiera de los lagos, picos o parajes donde pasear y acampar.
En la zona abierta todo el año te encuentras con el hotel Ahwahnee; su construcción sólida en busca de la eternidad se confunde con el espíritu de uno de esos indios que gozaban de un paraíso en este planeta; allí rodeado de su pesca y su caza, ahora de turistas de todas las edades.
Una noche bajo las estrellas te acerca débilmente a aquellos descubridores, a los bravos indios o al buscador de sueños venido de la vieja Europa. Ves los mismos astros, el mismo firmamento; sin embargo algo es muy diferente.
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