Si sales de San Francisco, California, hacia Los Angeles puedes coger la 101 o irte por la costa; para un hispánico la costa tiene muchos atractivos aunque sea una carretera serpenteante, llena de curvas, acantilados, con escasos puntos de adelantamientos y velocidad media baja, su belleza lo compensa.
Monterrey y su bahía, Santa Cruz, el Big Sur y Carmel son puntos obligados.
Y en este último pueblo privilegiado tiene una casa Clint Eastwood, en el pasado fue además su alcalde pero ya está muy mayor para eso, no para hacer películas
Cruce el Malpaso Creek y me acordé del viejo Eastwood y su Mission Ranch hotel, había que ir allí y aunque no estuviese disfrutar y ponerse el objetivo.
Un hermoso objetivo ese de hacer lo que más te gusta, en este caso buenas películas y luego irte a vivir a Carmel, incluso meterte un poco en esa política local de medio pelo para que el nombre del pueblo que te acoge sea conocido en el mundo y prospere.
De pronto allí en el bar, con un piano cerca, sentado en un taburete estaba el viejo Eastwood, sin fumar, que está prohibido incluso para él y maquinando algo en su mente.
Me acerqué para rendir tributo a una leyenda sencilla que tiene fama de gruñón y le imitan en Saturday Night Live con los pantalones muy subidos y soltando improperios.
Es como si su espíritu vagase por el lugar medio sonriendo y dispuesto a sacar un 357 super magnum sin perdón.
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