martes, 11 de febrero de 2020

Carnaval de vanidades.

Se acerca el Carnaval, al menos los oficiales, los anteriores al comienzo de la Cuaresma, el desmadre enmascarado antes del sacrificio, penitencia, preparación para los acontecimientos de la Pascua de Muerte y Resurrección. Al menos así es, era, en la tradición católica. Luego hay como otro carnaval, el diario, permanente, donde no sabes si la gente lleva máscara o son de esos personajes como Peter Sellers en la Pantera Rosa, que van a una fiesta de disfraces y los reconoces o muchos llevan el mismo disfraz. El candidato, impeachment, superado Mr Trump se disfraza de si mismo, los demócratas se disfrazan de  Trump mientras se pelean porque son incapaces de ofrecer algo. Deberían aprender de los magníficos políticos españoles, esa clase política redentora disfrazada, que ofrecen al pueblo justicia, libertad, solidaridad, igualdad,y el pueblo se lo cree. No totalmente. Hay una parte que se lo cree a pie juntillas, porque los otros, redentores disfrazados, no ofrecen nada. La vía es el diálogo con las paredes. Supongo que si estuviese pescando en los ambientes políticos de la Villa y Corte me inspiraría, pero debe ser traumático dado el nivel.
Tuve que ir al tanatorio por un familiar. Allí la sala contigua estaba llena, de famosos que luego salían en los medios. Había fallecido David Gistau que sin conocerle me gustaba, lo cual es novedoso porque no me gusta demasiada gente, tratando de ser asertivo, con empatía y humilde, todo a la vez. Han escrito con el corazón en la mano, muchos que saben escribir, sobre él, morirse dejando ese legado sería como para irse satisfecho. dadas las limitaciones humanas por mucho que la vida, familia, boxeo, el Madrid, amigos, charla, cine de mafiosos, periodismo, escribir en general te satisfaga. Su familia, hijos, deben sentirse llenos en su inmensa tristeza. Es algo que no se puede afirmar para la mayoría, visto el panorama.

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