El derby, don Santiago observando,Coliseo romano XI.

Muy buena entrada, cuatro de la tarde, día de fútbol en Chamartín, Madrid vs Atleti, no como en mis tiempos de niño, un partido sin duras entradas, con el VAR ese que queremos que funcione y nos mete dudas. 

Silencio por Kobe Bryant. Un helicóptero nos sobrevolaba.

Me sorprendió a medias nuestra alineación, porque te quedas sin gente para hacer daño, aunque tengas mucho balón, El rival no demostró otras cosas que su estilo, solidez acostumbrada, presión alta, correoso, aprovechar pérdidas nuestras y...sus carencias. En los primeros tres minutos cometimos tres fallos, luego mucha pelota sin peligro, ellos se fueron creciendo, fruto de sus aciertos/errores nuestros llegaron con cierto peligro. Jugando como la primera mitad no se llegaba a ningún lado. Comprendí que quitase a Isco porque retrasa mucho el balón, frena, no es profundo, Kroos, que está muy bien, no se debía encontrar  a gusto.

La salida de Vinicius, sobre todo, y L. Vázquez, desequilibró las buenas formas defensivas del visitante, desapareció como atacante y la sustitución de Morata le condenó al cero en su marcador. Seguramente su entrenador, que no para de darles instrucciones como si no fuesen muy avispados, estaba feliz con el 0-0. Pero amigo, se produjo una jugada veloz/hermosa/ de fútbol, como las acciones de Valverde, Vinicius-Mendy-Benzema, gol inapelable al extraordinario Oblak. Antes hubo algo más hermoso, este estadio, de gente variopinta, explotó espontáneamente antes varias acciones del número 15, me recuerda la esencia, don Santiago aprobaba con la cabeza y el puro. Buen gol, buen ambiente, buenas sensaciones. No fue el partido del siglo, nos podrían haber hecho un gol en una jugada de corner. En el fútbol la justicia no es una cuestión del tribunal supremo, nosotros tenemos jugadores de clase, técnica, sabiduría, que están bien, no uno o dos, hay varios, algunos extraordinarios, uno muy bueno que desgraciadamente está lesionado. Nos adaptamos, no nos hacen goles, no nos entregamos y ahí seguimos. ¿Verdad don Santiago?