viernes, 21 de febrero de 2020

No hay luces al final del túnel, ¡Fijaté!

Sabía, o leí, que Millán Salcedo, que tanto me hizo reir, sin haber conseguido ser relevado en mis risas, daba una entrevista, la primera después de lo suyo, fijaté. No me quedó más remedio que echarle un vistazo. Aproveché el café de después de comer, es decir para ponerme delante del televisor, utilizar el mando, ir a la noche anterior, sustituir las llamadas noticias, el parte de mi abuela ( o sea constatación del absurdo ), por la entrevista a Millán. Lo de eliminar las noticias fue un alivio terapeútico.
Millán, sigue siendo una máquina que no para, con menos lengua. El entrevistador, Motos, no precisó de preguntas, Millán se autocontestaba, quería hablar, contar su incidente, anécdotas, su verdad, las palabras le daban oportunidades de bromas pasadas o nuevas, fijaté. El presentador le tiene cariño, como yo, fijaté. Se emocionó profundamente Millán, perceptible, dejó de actuar unos segundos, al hablar de su padre y hermano mayor ya fallecidos. Confesó que no no hay nada al final del túnel, que no recuerda focos, ni luces. Nuestro cuerpo, con el corazón parado, es contemplado por los vivos que se hablan unos a otros, pero tú ya no estás ni vuelves. ¿Dónde estás? Quiso aclarar a la audiencia que no se sufre nada, lo dijo varias veces: no tengais miedo, fijaté. Nolite temere ego vici mundum, que ya alguien dijo.
Los egipcios se llevaban sus cosas al otro lado, sobre todo los egipcios pudientes. Leyendo a los egipcios del siglo I, los papiros magníficamente conservados, observando sus preocupaciones te quedas un tanto sorprendido porque en lo esencial poco hemos cambiado, aunque ahora predomina la incineración. Quizá una de los detalles es que nos creemos que sabemos más, mucho más, además de vivir más, mucho más.

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