lunes, 26 de noviembre de 2018

Todo bien, politicamente correcto.

Como en casi todos los organismos, el optimismo es un arma positiva y el pesimismo lleva a un pozo oscuro. No seamos pesimistas actuales aunque sólo sea por ser originales e independientes de criterio, seamos nobles y bélicos, ni nos rindamos ni aceptemos los cantos de sirena, seamos como el Madrid ha sido desde su cuna, club castizo y generoso, todo nervio y corazón. 
Ya oiremos en el Parlamento de Westminster lo que finalmente opinan del negocio. Ahora el Brexit es ese drama/telenovela todavía en plena ebullición que se está escenificando desde la Premier política, como el lamentable juego del Madrid, porque los medios no callan y hablan para vender, llamado informar. 
Como las elecciones en Andalucía donde poco cambia por no decir nada, el pueblo se las sabe todas, como los jugadores del Madrid tras el cambio de entrenador. 
Como el llamar a Podemos totalitarios de extrema izquierda, que nadie lo hace convencidos del mensaje que inventó la fría estepa o que los jugadores del Madrid viven del pasado. Como captar la imagen del presidente Sánchez, "mecachis qué guapo me parezco" y contemplar su vacío estructural como el juego de equipo del Madrid. 
Como ver al personal aburrido, repetitivo, cansino, vulgar desde hace mucho y al Madrid generoso que se aparta de la pelea por los títulos,a la espera de River o Boca. 
Como oír que el pueblo utiliza la cabeza invernal para llevar una gorra de Peaky Blinders sin detenerse mucho a pensar, como el vestuario del Madrid. 
Como presenciar el uso excesivo del smart, en la vida cotidiana, sistema/panacea mundial que incluso será capaz de fichar al jugador que cambie el juego del Madrid. 
Como ver la televisión por accidente y redescubrir la vulgaridad, tanta como la manera de salir al campo el Madrid en Ipurua. 
Como pensar que hemos alcanzado la cima del ser humano, en una sensación de maldita soberbia, similar al Madrid en su sala de trofeos sin conquistar.
El ser humano es de condición humana natural, propenso a caer, cometer errores y enredarse en sus absurdas quimeras, las inútiles que no benefician al prójimo, no miran por el de al lado. El pesimista se hunde, el optimista escucha cantos de sirena, el del Madrid sabe que sólo vale resistir, continuar hasta el final, como el Madrid.

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