domingo, 5 de mayo de 2019

Bye bye California.

Dicen que decir adios es morir un poco...puede ser, al fin y al cabo inmortales no somos. Ni ellos ni ellas, nadie.
Lo que era no hace tanto una aventura arriesgada, ahora son entre 12 o 13 horas de vuelo, dependiendo de los vientos. La terminal Tom Bradley a tope como siempre, un ir y venir de pasajeros y tripulaciones, un tablón de anuncios volcado al Pacífico, destinos exóticos; lenguas de todo el mundo pronunciándose en voz alta, jet lag, cansancio, controles y Duty Free lleno de olores. Pondremos rumbo al polo para cruzar la parte continental de esos Estados Unidos tan bastos, enormes y llenos de bien y mal. Viajar es algo corriente, no se disfruta tanto no se conoce a gente, se llega muchos antes.
Lo que nos vamos a encontrar en España lo desconozco, aunque hay pocos elementos para la sorpresa. Cuando llegas, si llegas, debes recuperarte del jet lag y despertarte durante algunas noches con el sueño en otro huso horario. Nada es gratis.
Hay que dar gracias por poder hacer todas estas cosas. ¿Es una cuestión de fe o no? Aquel o aquella que no tenga fe, también debería agradecer, aunque fuese por buena educación o por pura inteligencia. No somos mucho, demasiado débiles, pendientes de un hilo, fino y delicado, que milagrosamente resiste sin conocerse la razón concreta.

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