miércoles, 4 de diciembre de 2019

La OTAN y el gaitero. Más funerales que bodas.

No estabamos en Asturias escanciando o en una película con Alfredo Landa, bebiendo sidra El Gaitero en Alemania, se trataba de la Cumbre de la NATO/OTAN, en London, con la reina de Inglaterra dando el callo, sus hijos remolones, la parafernalia, la sensación de estéril protocolo. Parecían todos aburridos, dubitativos, inútiles dirigentes, autómatas de la foto de familia, sin mirar a Mr. Trump, hasta el gaitero escocés, solitario sin su Normandia, su Omaha beach, acariciaba su gaita con el espíritu por los suelos. 
Encima los colegas de Trump se reunieron a contar chacarrillos sobre el presidente, que no le han gustado un pelo, debe ser que acertaron, pues se quedarán sin pelota para el recreo.
Un fact: La NATO no sirve para casi nada desde hace décadas. Eso si, el presidente USA es un fenómeno en eso de convertir a sus colegas en chiquillos que hablan fuera de clase. Entre uno y otros, menuda tropa, británicos o no, no saben qué hacer, llevan mucho tiempo mareando la perdiz.
La Alianza Atlántica, tan eficaz cuando Bond era un doble cero, decisiva, instrumento fundamental en la Guerra Fría, se ha quedado anclada en su burocracia, nueva sede, negocio bruselense, ampliaciones por doquier, sedada en sus frustraciones por no saber adaptarse al post 1989. La culpa es de todos, primero de los US que siempre han sido su corazón, su proveedor  de dólares. Al principio estudiosos de las lecciones a prender, entusiastas activos; tras la caída del muro, el final de la historia, incapaces de reconvertirse, pero temerosos de tener que volver a Europa al rescate. Europa, por unos u otros, británicos o palmeros, no se comporta como un todo, le resulta más barato, simple, inocuo, adaptarse a los caprichos interesados de los yankees de turno sin tomar decisiones de pueblos adultos, libres. Por eso les falta dignidad ante lo más parecido a un clown torpe, que intenta ser reelegido.

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