viernes, 20 de febrero de 2015

Un país de charleta y tertuliano televisivo.

A veces me da la sensación de que el español gusta del sin sentido. 
Me resulta complicado analizar o leer un análisis sobre la situación tan pre electoral que vivimos y confesar equilibrio y sentido común. Me conformaría con confesar cierto sentido político tan sólo, pero en la mayoría de los casos lo único que descubro es oportunismo, obviedades, tópicos y frases que parecen venir de cómicos de medio pelo.
No se si es que esto es lo que gusta o simplemente que no damos para más.
La situación a analizar no es fácil. La economía lucha y lucha, con grandes tasas de paro e incertidumbres, catástrofes sociales y sufrimiento producto del pasado, errores y demagogia, unido a nuestra idiosincracia. No estamos bien educados en democracia, no lo entendemos bien, no profundizamos.
Los "grandes partidos" son un muy mal ejemplo de búsqueda del enriquecimiento personal por la política, no se renuevan (no es sencillo) y persisten muchos de los mismos por lo que siempre se hablara de esa lacra.
Los nuevos partido como Podemos no sabemos que quieren ni que pueden. Son el producto de la frustración y el descontento, mezclan discursos y teorías, ejemplos y realidades, utopías y compromisos en organizaciones internacionales.
Se quiere hacer política desde una tertulia o un programa, una mezcla entre "Aló presidente" y Walter Cronkite The New York Times.
El pueblo se siente identificado por unos u otros. Siempre he tenido la sensación de que al español le gusta solucionar la vida al mismo ritmo que habla de fútbol y toros. Lo malo es que el arte de los toros se va muriendo con la escasez de trapío de los astados y el apoyo o mejor la falta de apoyo a la fiesta porque la consideran bárbara.
Pondríamos de responsable a alguien, con el mismo criterio que alabamos al Cholo Simeone.

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