lunes, 18 de mayo de 2015

Lo que está en la mente.

Volví a ver la película "Boogie nights" de 1997, hace mucho tiempo, recreando los 70 en Los Angeles. Recuerdo que me gustó en su momento, en medio de la aspereza del tema, aún intentando ser creativos.
No conozco lo que pretendía su excelente director, Paul T. Anderson, y lo cierto es que reunió brillantes actores, todos hoy consolidados, alguno fallecido joven, laureados, revelaciones entonces y un Burt Reynolds que acarició el Oscar. Fue premiada por críticos y apreciada. 
Tenía menos de 30 años y luego su carrera ha sido refrendada por las excelentes películas realizadas, los buenos actores pienso que quieren trabajar en un proyecto suyo.
Lo que me sorprendió ahora en la película es el final, que no recordaba tan "gratificante" ; después de lo que ves, la dureza de esa vida, el añadido de las drogas y el deterioro de la condición humana; los personajes (excepto el malvado coronel podrido en prisión) resurgen como "gente normal", se recuperan de adicciones que matan normalmente y se convierten en una familia; guiados por una especie de padre que recoge a los hijos pródigos, intentando hacer una obra de arte y adaptarse a sus nuevos tiempos.
Difícil de creer.
Claro que si yo hubiese sido el director también me hubiese visto atraído por ese final, después de ver tanta miseria moral/personal y humana; menos mal que en la pantalla no salen los olores, no pueden captarse. Un director puede hacerlo, si se lo permiten sus productores, puede crear cualquier fantasía; resucitar o sanar al más enfermo de mente o cuerpo.
La vida es un latido y un conjunto de acontecimientos. Me gustaría ser médico, o me hubiese gustado, porque me parece que de esa forma entendería muchas cosas o las entendería mejor.
Supongo que en medio de nuestra condición humana toda la química de nuestro cuerpo se funde con esa otra parte que nos diferencia de lo puramente animal, y se puede encontrar cierta explicación.
En los años esos de la pubertad /adolescencia las hormonas alborotadas compiten con el tiempo climatológico en cada época del año hasta obsesionarnos, lo que no sucede a la gente en su último tercio, aunque se encuentren sin depresiones en buena forma física y mental.

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