martes, 19 de mayo de 2015

Mad Men, final.

La serie de gran éxito llegó a su fin, sus premios y popularidad le avalan. Hombres de Madison Avenue u hombres locos, no se sabe; como el final, que llega por agotamiento y había que cerrar con dignidad ante la expectación general.
¿Estos trabajadores del mundo de la publicidad fueron víctimas de su tiempo? Algo si como casi todos los somos.
Vi todas las temporadas, alguna en USA. Me encantó al principio, me decepcionó luego; su seguimiento en mi cabeza tuvo sus altibajos, con momentos flojos y personajes repetitivos o situaciones que no me llenaban. Claro que en tantas temporadas no es sencillo mantener un alto nivel, aunque los dólares entren a destajo.
Comparar Mad Men con The Sopranos o Breaking Bad, no procede en mi opinión; no, por favor, sería demasiado; reconozco su popularidad, gancho, dinero recaudado, la solución económica para sus productores, actores y creadores, pero no es lo mismo.
Don Draper, el actor limitado, representa un personaje un tanto corto, cobarde en varios actos decisivos de su vida, que tiene un enorme éxito con las señoras y que no intenta nada con Joan. Pone siempre una cara entre estreñimiento, sorpresa y expectación
La magnífica ambientación de eso años 60, sus acontecimientos y personajes ha sido brillante.
Me quedo, entre los personajes, con Roger Sterling, genio y figura hasta la sepultura, que pide dos langostas ( en el último episodio) en algún lugar francófono con champagne, para su madre, que es su nueva esposa; el mismo que sufrió un infarto "cabalgando" en la temporada primera y aguantó el ritmo hasta el final con su cigarrillo, su beber sin parar desde muy temprano y mirando ( y algo más) cualquier par de piernas o trasero despampanante. Este cínico, rico de cuna, es además generoso con el hijo que tuvo con Joan, vamos un caballero.
Su creador ha intentado ser positivo en el finale, todos colocados; la sonrisa final de Draper, en medio del mundo hippy del principio de los setenta, sugiere que ha encontrado la respuesta en su vida, aunque yo no me fío demasiado de ese tipo sin rumbo.


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