lunes, 26 de octubre de 2015

El retorno a la Fe de nuestros ancestros.

He leído sobre un país que parece idílico: Australia. 
Alejados de todo, sin enemigos que les rodeen, con naturaleza y materias primas abundantes, idioma inglés, y el poso de la cultura europea con toques yankees; tienen de todo y parece que el problema que tienen es que allí no hay problemas. 
El único problema es morirse y el pueblo vota al partido que consigue que te mueras más tarde. El ser humano quiere perpetuarse.
Oigo hablar sobre la fuente de la eterna juventud y alguien me descubre que es una preocupación actual (¿cuando no lo ha sido?) y el ser humano, chica o chico, busca ser eternamente joven, no envejecer o retrasarlo hasta el infinito. Un poco el dilema de siempre.
Al mismo tiempo oyes de enfermedades que sufren gente alrededor, que afortunadamente se curan con mejores porcentajes y resultados y ves que cuando llega ese momento la gente cambia, las prioridades se alteran y a lo mejor se retorna a la Fe de nuestros ancestros.
Resulta difícil imaginarse España en los años 50, en pleno régimen post Guerra Civil o incivil, en el Renacimiento junto a Michelangelo o  en La Meca de la Égira. 
Aunque vea la serie "Rome" de HBO y hayan reconstruido magníficamente Roma y el Foro, los olores fétidos no entran por mis fosas nasales cuando la cámara se pasea entre actores, César puede ser magnífico y Antonio encantador, pero no deja de ser una recreación. Sólo su condición humana me acerca a la época, a cualquier tiempo pasado o futuro. En el fondo buscamos y sentimos lo mismo, miedos, pasiones, complejos, inseguridades, egoísmos. Si nos pellizcan saltamos si nos amenazan nos acongojamos si nos pinchan con una daga afilada sangramos, si nos acaricían nos dejamos llevar...
Y como aquellos, como siempre, lo importante es la dignidad de nuestras reacciones, como nos comportamos.

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