martes, 6 de octubre de 2015

La grandeza, paz y belleza de la muerte.


Hay algo que nos va a suceder a todos y ese algo es que nuestra vida, como la entendemos, se acabará. 
De pronto llegará la oscuridad del negro, que no es negro, y habremos dejado de respirar. Lo sabemos, lo presenciamos como testigos en otros, pero no va con nosotros; demasiado serio, trascendente y triste, para pensar en ello sin deprimirse.
Ignoraba como había fallecido Chekhov, un médico que resultó ser un brillante autor de historias cortas, de teatro. No sabía que se hubiesen contado sus últimos momentos por testigos presenciales. Todo ocurrió a principios del siglo XX en un balneario de Alemania, cuando los rusos se encontraban en guerra con Japón. 
Lo averigüé porque tuve la suerte de asistir, con música de excelente pianista en las pausas, a la lectura de las cartas de Anton Chekhov; escritas cuando el tiempo transcurría a otro ritmo y se escribían cartas, tiempos de correspondencia. 
La famosa a su hermano Nikolai es muy auténtica, porque se hace las preguntas correctas y está llena de honestidad. Habla de talento, educación, honradez, austeridad, cultura, conocimiento, trabajo, compromiso y sobre todo de no engañarse a uno mismo. Desconozco lo que la gente habla a solas consigo misma; escucho lo que dicen, ya sean personajes públicos o privados y en general hay mucha falsedad, disculpa, atenuación del comportamiento, miedo e hipocresía.
Luego va Chekhov y se muere de su tuberculosis extendida sin poder escribir más. Lo hace en una habitación de un hotel, ante su mujer, un doctor y un camarero asustado; hace un calor inusual.
Ahora, en estos días, se habla especialmente del acceso a la muerte con dignidad; debe ser que hay muertes indignas, aunque yo creo que somos nosotros los que nos comportamos indignamente. En Bandenweiler, al parecer, se tocó la grandeza de la muerte; se palpó la paz que deja alrededor y alguien fue capaz de presenciar su belleza. Quizás no de la muerte, sino de aquel ser humano de gran dignidad en ese momento.

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