miércoles, 14 de febrero de 2018

Petra sin Indiana Jones.

Amanece temprano en Jordania, y hoy con frío. El sol es poderoso sin calentar. Salimos a la del alba, poco más o menos, rumbo a Petra, lo bueno es que llegas temprano y hay poca gente todavía. Todos tenemos la misma idea de este monumento patrimonio de la Humanidad, sin embargo es algo más. Lo que dejaron los nabateos ahí esta.
Hay que pagar 50 dinares que son como 60 dólares. Andas un kilómetro entre desfiladeros, pavimentos romanos, tumbas, hasta llegar al Tesoro que es el templo cavado en la roca arenisca de rojos colores. Es muy bonito. Luego continuas en busca de más templos, tumbas familiares, anfiteatros. Lleno de vendedores que habitaban sus antepasados esas mismas cuevas cuando la ciudad se descubrió al mundo a principios del XIX, de burros y caballos famélicos para cargar turistas cansados que no se atreven con los dromedarios. La gente es amable, controlada, pobre y resignada.
El desierto de Wadi Rum es lugar de películas y tiene cierto parecido a Marte, en su combinación de piedra y arena. Allí los beduinos te ofrecen te y te dan de comer bajo sus tiendas para turistas. La gente se aventura a pasar la noche al fuego y mirar las estrellas, si no está cubierto.
Todos estos lugares son hermosos, cuesta llegar y desgastan los desplazamientos. Me da un poco pena Jordania y su destino, seguramente a ellos no tanto.
Costó ver el Real Madrid-PSG, en este miércoles de Ceniza, pero fue Noble y Bélico. Veremos el 3-1 para qué sirve.

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