lunes, 8 de agosto de 2022

A la capa.

 


Personas hay muchas, no todas tienen la misma trascendencia en sus actos, su vida, una de ellas es el Santo Padre, el que sea, en cualquier época; en este caso el Papa Francisco que es un jesuita, argentino, que al parecer no quería serlo en el cónclave anterior, que obviamente esta sufriendo físicamente por su salud, y también en su espíritu todo lo que lleva el cargo. Tiene amigos y enemigos también dentro de la propia iglesia; le ha tocado vivir una época que no puedo asegurar que sea más difícil o complicada que otras que ha vivido la institución que es faro de muchos creyentes en todo el mundo. El obispo de Roma, ese que los romanos veían todos los domingo; creen que es suyo, algo propio no universal, lo fue hasta el siglo XX, probablemente hasta el último cuarto de ese siglo pasado. Mucho tuvieron que ver los cambios producidos en el mundo, los medios de comunicaciones, televisión, radio, la red. Aunque el Vaticano cuente con la diplomacia más valiosa y unos medios humanos de unas capacidades/conocimiento/sabiduría, muy difíciles de encontrar ni en la nación más poderosa, no es nada sencillo controlar la situación. El Papa puede pedir su opinión a los mejores, además para los creyentes existe esa conexión con un Dios eterno que envió a su Hijo para morir por los hombres y resucitar. Ahora en estos tiempos la iglesia es exigida más, explicaciones sobre el comportamiento de aquellos que no han estado a la altura, hombres en una obra que no es de hombres. El Papa es muy consciente de lo que hay detrás, sabe de sus limitaciones y sus ayudas. Esa fe es la que mantiene a la iglesia ciega incondicional, pase lo que pase habrá otro vicario, alguien.

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