lunes, 10 de octubre de 2022

Aire fresco.

Madrid, mi pueblo sin dudar, esta rodeado de muchos otros pueblos, simpáticos, agradables que han ido evolucionando; sobre todo los de las montañas, entre ellos iba a esquiar a Navacerrada, o a deslizarme en un medio trineo, siempre sin la ropa apropiada para esas actividades, Becerril, Cercedilla, La Cabrera, de donde mi madre decía que venía el agua a Madrid cuando era pequeña, Buitrago, El Escorial, Rascafría, las Navas en Ávila ya más lejos, conocía pueblos de la Sierra no todos ni mucho menos, por un motivo u otro, nunca había prestado atención a Los Molinos menos a su hospital. Ahora leo que el alcalde no sabe que hacer con el edificio, antiguo Hospital de la Armada, para curar enfermedades pulmonares con el aire puro de la montaña. Nunca le había prestado mucha atención a esos bacilos aunque veraneamos un año en en Escorial porque alguien de la familia necesitada aire puro precisamente. Aquel verano me gustaba venir a Madrid en tren, los trenes y las estaciones eran mi pasión, además me compraban tebeos para el viaje. estar en la estación del Norte, ver un tren expreso con Coche-Cama era una aventura, los revisores, los camareros del coche-comedor me parecían elegantísimos, el escudo de Wagon-Lits, como viajar en el Orient Express sin Poirot, la palabra europeos no utilizada en vano, a mi padre le gustaba mucho el tren y el barco y pude disfrutar de ambos, lo del Escorial era un trayecto efímero. Pero Los Molinos era una realidad, que ayudaba a gente como pude comprobar en mi proximidad a la Armada. ese edifico de un prestigioso arquitecto perdura a duras penas, la gente necesita cuidados más allá del caldo de gallina de la canción de Sabina. Me gustaría ser Gates, Ortega o Mbappé, mantener y ayudar realmente.

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