"En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse", un principio. Tuve un profesor de Mate en sexto de bachillerato, de aquella prehistoria, que mientras nos daba clase estudiaba otra carrera, Filosofía y Letras, le gustaba provocar al alumno, probarle continuamente, el humor inglés; alternaba sentencias de Bernard Shaw, la derivada logarítmica o el principio de Peter. En efecto existe un nivel de incompetencia, yo fui alcanzando mi nivel de incompetencia en muchos aspectos de mi vida de forma natural, con indicios que hay que detectar, sin ascender demasiado en la escala, simplemente por observación propia, porque la realidad es tozuda, es una sensación triste, necesaria, recomendable, liberadora, eres lo que eres. Alguno de esos aspectos fueron constatados en fase temprana de mi vida. Me di cuenta que no era el más guapo ni el más listo ni el favorito de mis pares, ni aguantaba los 90 minutos en campo grande, ni el más alto aunque prometía al principio, mi mano era muy blanda para el basket, no digamos en asuntos de coordinación; tampoco el más simpático ni el más bueno, estaba inmerso en la gran, inmensa, mediocridad donde pululan tantos, donde nos movemos como podemos. Hay pocos realmente excepcionales. Al alcanzar mi nivel de incompetencia, simultáneamente, decidí que por el momento había que seguir, que por lo menos no se diga que no hay bemoles que es también un eufemismo para no hacer otra cosa que aceptar.
jueves, 20 de octubre de 2022
Nivel de incompetencia.
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