He estado en Japón, aunque no lo suficiente, puedo afirmar que los japoneses me caen muy bien, en Europa me sucede con los holandeses que no son nada sencillos. Japón es una gran curiosidad, siempre lo que más me ha llamado la atención es su personalidad, manera de enfrentarse a la vida y a la muerte, incluidos los políticos corruptos, sin honor, que los hay en todas partes. Quizá tenemos en la memoria al Japón de Madame Butterfly o Sayonara, al maestro Kurosawa o las pelis de WW II donde dieron mucha caña para luego perder como malos, ahora que Oppenheimer está a la moda. Tienen fama de honrados, trabajadores, pacientes, educados, respetuosos. Hace ya mucho leí que la vida moderna, después de 1945, el intento de influencia gringo, sus remordimientos, les habían guiado hacía un día a día un tanto caótico entre sus jardines y su metro de Tokio. País muy poblado, aunque su densidad es poco más que la mitad de la de los Países Bajos. Japón es amante de las tradiciones, sobre todo, de Gucci y Louis Vuitton. En Tokio hay un servicio de alquiler de abuelos cuyas tarifas desconozco, se cotiza más si es abuela y abuelo en el paquete; estos alquilados se presentan en casa del cliente y pasan el día entreteniendo a las crianzas, como lo que aquí se hace gratis, que así mantienen el contacto con unos abuelos que no son los suyos pero son mejor que nada. Todo en un piso enano, familias muy cortos, son veteranos actores de la vida actúan una vez más por unos yenes. Me he permitido mostrar una foto de 1943 del almirante Naguno, y familia, que se pegó un tiro por no cumplir con su deber después de Saipán, no sé porqué no cometió el suicidio ritual llamado sepukku.
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