domingo, 27 de abril de 2014

Cuatros Papas y dos santos.

No hace mucho tiempo el Papa era algo casi privado y exclusivo de los romanos que podían verle todos los domingos si se acercaban a San Pedro. Y así fue durante casi tres cuartas partes del siglo XX. Luego con la televisión, y para hacer frente al mundo globalizado, el Papa empezó a viajar, a salir mucho más en los medios y a darse a conocer entre las masas que deseaban estar próximas a él. Seguía siendo el obispo de Roma pero ya no era patrimonio celoso de sus habitantes, gracias a los medios y tecnología del mundo moderno, el Papa pertenecía  a todos los creyentes católicos, se hacía más cercano.
Dos Papas han pasado a engrosar los altares de los santos de la Iglesia ayer y otros dos Papas han asistido a la ceremonia. No son personajes históricos de otros siglos como normalmente sucede en otros casos y se puede añadir que gran parte de la población ha conocido a Juan Pablo II y muchos recuerdan a Juan XXIII
¿Qué siente un católico al haber visto de cerca  a un santo?
Cada uno sentirá sensaciones particulares en función de su sensibilidad, pero ¿que tenían en común ambas personas? Seguramente su fe. Sin esa fe es imposible hacer lo que hicieron y dieron testimonio de ello, en medio de un mundo frío, calculador, materialista donde sólo se cree en lo que se toca y el cuerpo humano que se palpa es frágil, efímero y limitado. Pero estos santos creían en uno que murió y resucitó, lo cual es materialmente imposible e inexplicable. No necesitaron meter el dedo en las heridas de los clavos o el costado, cerraron los ojos y vieron lo que la razón no puede comprender.
En esto el mundo sigue siendo el mismo.

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