viernes, 18 de abril de 2014

García Márquez en Jueves Santo.

Para mi de niño el Jueves Santo era día de esperanza. No se podían hacer muchas cosas y te entraban ganas de cantar o al menos silbar las canciones que te rondaban en la cabeza. La gran ciudad se vaciaba, un hermoso fantasma de asfalto y cemento, de bares cerrados e iglesias semi cerradas. 
Para mi era un día de esperanza, soñaba que quizás ese año no pasase lo de todos los años y a ese Jesús el Nazareno no lo matasen al día siguiente. Pensaba que quizás Judas no le entregaría y todo arreglado. Me parecía que la atmósfera se entristecía, normalmente la climatología no ayudaba y las primaveras siempre traen tormentas, cambios de temperatura e inestabilidad, aveces un frío navajero que calaba los huesos.
En Jueves Santo, este año, se ha ido García Márquez. 
Sus conocidos se irán muriendo y el testimonio quedará. Afortunado y genial en el sentido de que sus obras permanecen para las generaciones y se podrán ir descubriendo detalles y aspectos nuevos de sus personajes que harán disfrutar y pensar a muchos. Seguramente su amigo Fidel reflexionará y sobre todo sentirá su pérdida por mucho que la esperase. Ambos hombres honestos de corazón, con todos los defectos, errores y arbitrariedades de la condición humana, darán paso a otros que les reemplazarán.
Mientras cada Jueves Santo seguirán entregando a ese Jesús el Nazareno para que le maten, no para que muera en su cama, en un hospital o de un infarto fulminante y parece que eso como la muerte de García Márquez es inevitable también, pero por distintas razones.

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