martes, 26 de agosto de 2014

Café de la Muerte.

Ya se a quién me gustaría parecerme, a Manuel Jabois escribiendo, a su forma y fondo de contar las cosas triviales, las que ocupan nuestra vida diaria. 
Supongo que se necesitan cualidades específicas y muchas horas de dedicación, pero valen la pena, y en todo caso es mucho mejor que perder el tiempo entre los árboles de la vulgaridad y la mezquindad, entre las cotidianas tonterías.
Me parece que el ser humano occidental hace muchas cosas, una de ellas decir tonterías o vanalidades en la redes sociales, exponerse en el anonimato o hablar por hablar. Entre esos foros de la palabra hay uno que es el café de la Muerte, donde te reúnes, en grupos controlados, a disertar sobre esa amiga tan conocida. 
Quizás para resolver el final de Breaking Bad se fueron los guionistas a un café de West Hollywood y simplemente llegaron a la conclusión de que algo había que hacer con Walter White, que se estaba pasando un pelín y resultaba poco creíble. Viejo problema de las serie de televisión, las realmente buenas, y es que les resulta complicado acabar y dejar de ingresar dólares.
En esas imágenes ya retiradas de la ejecución de Mr. Foley por un terrorista al parecer de nacionalidad británica, traté de no mirar al reo, de no sentir su angustia, de no caer en el efecto propagandístico ni cinematográfico del crimen y mi vista se fue al cuchillo. Horriblemente me llamó la atención un cuchillo moderno, no muy grande, de gran tecnología,y es que lo asesinos también buscan la calidad. Aquel tipo enmascarado despreciaba a su víctima cual Amon Goeth en los campos de concentración 
¿Qué lleva al ser humano a no ver un ser humano en otra persona?

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