miércoles, 6 de mayo de 2020

Boticario.

Buen paseo tempranito, las obras de Chamartín avanzan a buen ritmo, no se si volverá el fútbol ni si podremos contar con un equipo más competitivo, ese estadio mejorará seguro. Mi barrio sin balón, restaurantes o colegios es tranquilo como ese mar del satélite Luna donde el Apolo XI sentó sus reales posaderas. En las horas autorizadas para ejercitarme al aire libre, conforme a mi edad y condición, me he topado con el responsable de la farmacia de cerca de casa, el boticario, no nos veíamos de antes de la Fase -1 del confinamiento. Tiene nombre y apellido de personaje de tebeo español de la posguerra, no daré más pistas. De las típicas preguntas sobre la salud, espíritu, situación, en medio de la acera, manteniendo la distancia reglamentaria, pasamos al meollo. Se explayó a gusto sobre la situación un tanto caótica desde el punto de vista de su profesión y conocimientos. Es un hombre educado que como Rafa Nadal no se sabe si es de derechas o de izquierdas, él argumenta que las cosas hay que hacerlas bien. En su coqueta farmacia, de zona apreciada en Madrid, no hay mascarillas, ni guantes ni termómetros. Repasa la cantidad de desinformación, de su especialidad, que se distribuye que engaña, confunde o no sirve para nada. Piensa que deberían hacerle la prueba de covid-19, porque se considera en primera línea, pero no la PCR, que no tiene mucho sentido a estas alturas sino la de anticuerpos. Uso un lenguaje, digamos rayando en lo medio fino para no utilizar los desbarres, tacos o improperios que osó pronunciar fruto de la frustración, dolor, que le producen esa especie de mitines diarios que se llaman ruedas de prensa, junto a los muertos. No revelaré su nombre ni edad ni condición sexual, es un ciudadano español. Luego en la Carrera de San Jerónimo no se sabe bien de qué se habla.

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