jueves, 17 de octubre de 2013

En California hay mucho santo.

Se nota que los españoles del siglo XVI estuvimos por aqui. Dejamos mucha cultura y mucho nombre de santo en la evangelización. Aquellos hombres tenían un espítitu global, sin saberlo. Las misiones se sucedían una tras otra, los pueblos se fundaban y hoy son grandes ciudades.
Santa Mónica está pegada al Pacífico. Ese mar inmenso es la autopista para Asia, los grandes mercados y ...¿el futuro? Hay muchos que ya entierran a los US, sobre todo después del shutdown. Yo no estoy tan seguro porque este gigante es capaz de cualquier cosa. 
Como para todo hace falta una gran motivación y un impulso. Las sociedades muy desarrolladas viven en su complacencia y arriesgan la decadencia inevitable. A la vieja y civilizada Europa le sucede, aunque es más vieja y dudo que más civilizada.
En Santa Mónica, la brisa acaricia el rostro. Las largas palmeras no dan sombra pero son muy decorativas, la marea está baja. Hay un homeless a mi lado, sentado en un banco, hablando por su teléfono móvil; una larga y sutil conversación porque este señor tendrá sus negocios, amistades o asuntos varios que resolver.
Los hoteles frente al lejano mar son una mezcla de estilos. Los hay con terrazas muy agradables, donde bajo la sombra puedes disfrutar un café o tomarte la misma ensalada que en cualquier parte. Hay un organic market, aquí en California es obligatorio. Esta tierra con su generoso sol y el agua que aportan los humanos produce vegetales muy saludables y caretes.
A la derecha Malibú continúa la linea de costa y exhibe sus casas majestuosas. Debe ser hermoso tener una casa junto al mar. La arena entrará, los vientos desgastarán la fachada y precisará de mucho trabajo de mantenimiento. Sin embargo será un gustazo darse un paseo o correr en la arena al amanecer, darse un chapuzón pertinente y disfrutar de un buen vino contemplándo la puesta de sol.
No hace falta ser rico, con tener un amigo rico basta.

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