sábado, 28 de marzo de 2015

Nadie conoce a nadie.

A veces puede parecer, como en el caso de lo que pudo ocurrir en el vuelo estrellado en los Alpes, en un acto voluntario del copiloto, que estamos rodeados por perfectos desconocidos. Aunque la investigación va presentando pruebas, que pienso aclararán casi todo, el morbo de la curiosidad humana se centra en el presunto autor de un acto brutal y aleatorio contra la naturaleza humana. 
Desde luego lo que llevó al eficaz fiscal francés a presentarse ante los medios, fueron las grabaciones que ya apuntaban en una única dirección; los expertos al oír las conversaciones en cabina, el intento de derribar la puerta y los gritos poco después del "warning low altitude", se imaginaron la terrible escena de 8 minutos. La otra caja confirmará los datos técnicos del vuelo del Airbus 320 y la ausencia de otra causa que no sea la acción humana en el control del avión hasta su desaparición deliberada.
Luego, viene encontrar la respuesta a la pregunta ¿Por qué lo hizo? 
Si quería matarse ¿Por qué no lo hizo el solito, sin dañar a muchos otros?
Sobre esto, escribirán largo y tendido.
También me temo que aparecerán indicios de que algo no funcionaba bien en esa mente. Los padres del copiloto,se preguntarán muchas cosas, así como sus familiares, amigos, sus amores, los más cercanos, y quizás alguno descubra lo que no fue capaz de ver con claridad en el momento. Los doctores, especialistas, llevarán a cabo un análisis profesional y los que le atendieron se preguntarán si hubo evidencias, certezas, que hubiesen parado la catástrofe.
El caso es que este individuo, probablemente, no era muy sincero, por las razones que fuese, ni consigo mismo ni con los demás; vivía con miedo en medio de la más absoluta normalidad. A lo mejor nunca se sinceró a nadie con honestidad, a lo mejor no le gustaba nada lo que veía, y menos lo que veía en el espejo; a lo mejor nunca pudo reírse de si mismo y se sentía solo, terriblemente solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario