martes, 24 de marzo de 2015

Un fatal accidente de aviación.

Volar, la aviación comercial, ese fantástico medio de transporte que cambió muchos conceptos en el siglo XX, no es infalible, como nada humano. 
A veces ocurren accidentes que desgraciadamente son mortales y lo que hay que pedir es porque el avión no vaya completo, que quedasen asientos libres. La suerte, la humana suerte, la tienen aquellos que por cualquier razón o capricho circunstancial no cogen el avión, ellos pueden contarlo.
Los familiares, amigos de verdad, son los directamente afectados y por ellos es lo mínimo sentir solidaridad, pena y si se es creyente, orar.
Los medios de comunicación dicen que su deber es informar, con la televisión a la cabeza; yo diría que se concentran en repetir, una y otra vez, sin pudor, por si no te has enterado de la noticia, aunque no digan nada nuevo.
Los políticos, se unen al jolgorio, salen a la palestra en los diferentes idiomas autonómicos, que a menudo son castellano mal hablado, y dan el pésame, algo muy humano y comprensible; sin embargo no se conforman y deciden que se interrumpan las sesiones del Congreso de Diputados en Madrid.
¿Cuál es el mensaje que quieren sus señorías expresar?
¿No será que no tienen mucho trabajo? 
¿Se trata de anticipar las vacaciones de Semana Santa?
En los países anglosajones, en el Reino Unido, también ocurren desgracias y accidentes; sus habitantes son seres humanos que sienten si les pellizcas, si les abofeteas, si les apuñalas; sus políticos son ambiciosos, mentirosos y poco creíbles, como casi todos, pero deben disimular mejor; quizás porque están acostumbrados a coger trenes y vivir de week-end que para eso lo inventaron. Aquí lo del AVE es reciente.
Al fin y al cabo London es muy caro y lleno de gente.

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