martes, 14 de marzo de 2017

Dudar es bello.

Una de las cosas que tiene leer es que te hace pensar. Una frase, breve o larga, puede acaparar tu atención y empiezas a desarrollarla sin saber bien cómo acabarás y la bendita duda continúa. No te llena pero refresca.
" No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados".
Los mayores problemas los encuentro en la primera parte porque casi sin querer me he pasado toda mi vida intentando averiguar la verdad sobre las cosas e intentando formarme una opinión; siempre abierto a nuevas informaciones y deseoso de equivocarme porque cuando me enseñaron la teoría de errores en matemáticas, aprendí que conociendo el error conoces la verdad. Dos más dos son cuatros más/menos el error.
Tener una opinión, crearte una opinión, sobre un asunto y sobre todo sobre un individuo, significa que estás juzgando al igual que te juzgan a ti. Desde luego creo que hay que ser prudente, imparcial al máximo, justo, equilibrado, y sin embargo al final juzgas e incluso sentencias - o condenas- en tu corazón.
Ya mi santa madre me lo decía: nunca te arrepentirás de haber callado, si de haber hablado.
Y en todo esto que me decía, hay mucha sensatez y mucha verdad. Me pregunto qué haces cuando vienen en tu busca con problemas ajenos, donde las personalidades o caracteres son la causa y donde estás convencido de que los impedimentos son casi congénitos. No cabe duda escribir es una terapia.

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