domingo, 21 de enero de 2018

La isla del tesoro.

Hace frío y llueve en la húmeda England. Es cierto que el té reconforta.
Los calcetines de calidad, jerseys de lana, paraguas, sombrero o guantes, son una necesidad. He llegado en medio del mundo de Stars War y los recuerdos de Batman, pero estoy haciendo propaganda de piratas y corsarios y me pregunto si habría un sitio mejor que esta Inglaterra de verde y árboles frondosos.
Tampoco hay mucha luz. Los habitantes no se preocupan de mis pensamientos, me aprovecho de sus pubs y ellos de mis libras que han pasado por tiempos mejores.
Hubo una época en que debían abandonar estas tierras para sobrevivir. Lo mismo le sucedía a los hispanos. No a los ricos y acaudalados sino a aquellos que no tenían nada que perder, perdidos en algún rincón de Extremadura.
El sueño pasaba por no caer en el empeño y volver rico de la isla del tesoro. Nunca se sabe donde está el tesoro o cuál es el tesoro que buscamos. Los hay que cifran su tesoro en la independencia dependiente de este mundo globalizado. Los hay, todavía, que dejan todos los tesoros de este mundo para almacenar un tesoro en el cielo.
Sucede que todos tenemos que vivir nuestras propias experiencias y ya de pequeñitos nos meten ideas en el coco, Batman, John Silver o Francis Drake, personajes ficticios o reales. La mar que rodea estas islas británicas es real, viento y olas poderosas.
No me extraña que buscasen el paraíso del Caribe.

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