Ya llegó 2019 hace días. Brindé por un mundo mejor, suerte y la posibilidad de mejorar algo lo que somos. Las noticias ya sean del "cierre" del gobierno US, el Brexit que llegará, el muro de la frontera con México que no se para qué puede servir, el gobierno de España o la violencia entre el Metoo y las reacciones opuestas, no muestran un cambio de tendencia. En España llegan, siguen llegando turistas. Yo regreso a mi patria después de tres semanas de cierto aislamiento.
He dejado un barco magnífico y cogido un avión entre rascacielos. Aunque parezca mentira todavía no hace tanto frío en New York City, para esta época del año. El viento no te cortaba la piel, no había nieve y los de allí esperan que todo cambie porque el invierno no ha hecho más que comenzar. Alguien me dijo, en el barco, que en New York nadie es feliz. Se lo pregunté a un conductor de un Uber, un Toyota extra large, llamado Begoon, y sabiamente me contestó que depende de que se entiende por felicidad. Un verdadero filósofo.
Luego como pasajero, pasivo, medio dormido, me puse a ver cine español después de tres semanas de ingleses a tope. Tres semanas de resolver los problemas con otra cup of tea.
Empecé con "Que dios nos perdone", una buena película española, dura, sin paliativos, de policías de homicidios y tarados por cosas de familia, como ocurre en todas las sociedades. Estos españoles de la película resuelven sus problemas con tacos, una cerveza y un cigarrillo, pero no se yo si son muy felices.
Luego " El amor menos pensado", una comedia argentina de una pareja de la tercera edad, en buena forma. Me gusta Mercedes Morán, quizá lo que más me gusta de la trama es su interpretación, con esa nariz de emperatriz romana. Tiene detalles que me hacían reír y se toma mate en medio de todo sin mencionarlo. como el té que todo lo arregla.
Tomó de noche a las 6am en Barajas, con menos 2 grados y los taxistas buscando un euro que llevarse al bolsillo. Ya no esta Manolo Morán cuando era taxista o guardia urbano. Otros tiempos.
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