domingo, 19 de enero de 2020

Entre Drácula y The Young Pope.

En realidad son dos series de televisión, lo que más se lleva ahora, una corta (Drácula) otra en su segunda temporada (The Young Pope, The New) Ambas comparten intenciones en busca del éxito, una de ellas es tratar de ser provocativos, modernos, en el tratamiento de algo clásico, muy tocado. Los creadores tienen que crear, se intenta ser original. Luego el talento, junto a los medios disponibles, pone a cada uno en su sitio.
No soy muy del cine de Terror, porque me da miedo, no duermo bien, la cosa viene de niño, cuando todo queda impreso. Este Drácula, vampiro, conde, de Transilvania, es muy listo, por eso dura tanto, también es muy malo. El gran asunto es porque es tan malo, qué pretende. El personaje principal no es el conde de la sangre sino Van Helsing, que en este caso es una monja holandesa, muy inteligente, científica, fría, calculadora, sin miedo, un poco torera en sus desplantes al de los afilados dientes. Al fin y al cabo lo peor es que te maten, aunque en este caso te puedan convertir en vampiro, que es un proceso largo, complicado. No todo el mundo puede llegar a ser un vampiro, Drácula sólo hay uno.
The New Pope seguramente provoca mucho más e incluso puede que moleste a algunos católicos. La pregunta más relevante se debería hacer a Sorrentino sobre lo que pretende en realidad. Sorrentino tiene su estilo, su manejo de cámara, sus planos, estética, luego hay una historia. En este caso es ficticia e implica no sólo al Papa sino a todo el entorno Vaticano, a la Iglesia. Papa del futuro, Papa norteamericano, Papa en calzoncillos, lo importante es lo que piensa, hace, lo que pretende. Los tiempos han cambiado, lo esencial aquí sigue. 

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