La frase de John Cleese es ingeniosa como él, un hombre de talento y otras hierbas, quizá demasiadas. En su autobiografía ya cuenta cuando en las muchas visitas o llamadas por teléfono, a su madre, siempre le decía a su hijo único que quería irse de este mundo ya, aunque no probase pipas Facundo. Una señora que vivió 101 años, depresiva, ansiosa, triste, con un sentido del humor negro y se comunicaba con ella a través de ese humor. El hijo no quería ver a su madre así. Cuando sucedió lo que sigue, tenía 92 , lo cual no suele ser divertido, rodeada por gente que caía como moscas. John confiesa que tuvo un momento de inspiración uno de los más brillantes de su carrera en esa conversación repetitiva con su madre. Ella le contaba que llevaba mal esa semana ante su protocolaria pregunta inicial, le daba todas sus razones para no seguir viviendo, y él pensaba que había estado así los malditos cincuenta últimos años. Se le ocurrió sugerir, tuvo una inspiración, si continuaba así la siguiente semana, que conocía un tipo en Fulham que por no muchas libras podría hacer un trabajo rápido, eficaz y cepillarsela. Humor inglés. Ella le respondió que algún día la echaría de menos y él pensó que probablemente, pero que ese día no llegaba. Le sugirió que si se muriese iría a un taxidermista y la pondría en una urna de cristal junto a la puerta para despedirse todos los días. Ella finalmente vivía en una lujosa residencia y a sus compañeros les contaba, encantada, que cuando se muriese su hijo iba a disecarla. La Inteligencia Artificial es útil en muchos campos, aunque sustituir al talento natural, con todos sus defectos no debería ser un objetivo, hay tan poco talento suelto. Yo no lo cuento tan bien como John Cleese.
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