martes, 31 de octubre de 2023

De premios y comparaciones. You can call me Al.

 


No creo en ningún premio individual, excepto el de tus pares, en lo del fútbol menos. Tampoco quiero gafar al número cinco, es lo que más me preocupa. Es todavía muy pronto, lo individual es tema aparte el equipo como tal es otro asunto. Al Madrid han llegado muchos jugadores brillantes, muy observados, pocos eternos. La mayoría no han sido capaces de aguantar al ritmo requerido mucho tiempo, algunos ni han aguantado o no han rendido, pocos han marcado el rumbo de los partidos, ganados trofeos, y sobre todo ninguno lo ha hecho a los 20 años. Don Alfredo cambió el Madrid, cambió su fútbol, mentalidad, ambiciones,  objetivos, don Alfredo hacía jugar al equipo, daba ejemplo, su juego revolucionó el juego, sus facultades (fumando y con los físicos de la época), cautivó a sus rivales, todos se plegaron, reconocieron su genio, llegó con 27 años, jugador total. Pancho Puskas llegó con 31 años y 20 kilos de más al Madrid a una segunda vida. Lo que hizo en el Madrid es impresionante pero mucho más con su Honved y sobre todo con la gran Hungría, líder total de figuras más de una década por su tierra, por el mundo, realmente un futbolista impresionante que se adaptó a don Alfredo y viceversa. Zidane llegó con 29, nos maravilló, su elegancia/clase excepcional brillaba en Chamartín, lo mejor ya lo había dado, no era ni don Alfredo ni Puskas. Ahora tenemos al número cinco, joven, naturalidad, inteligencia, disciplina, 20 añitos, mete el pie, cubre todo el campo, sabe lo que pasa, está absorbiendo como esponja esas cualidades, gustos, actitudes y valores que el club tiene acrisolados en tantos años. No se cual es su límite, todavía tiene que hacer jugar a su equipo. Hay un estribillo de la canción de Paul Simon aplicable al número cinco. Don Alfredo que no hablaba inglés, ni falta que le hacía, le hubiese apeado el tratamiento y cantado a ritmo de tango:

If you'll be my bodyguardI can be your long lost palI can call you JudeAnd Jude, when you call me, you can call me Al. 

El resto como escribe Shakespeare al final de Hamlet, al final precisamente cuando hay que hablar, es silencio.

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