Se nos acaba oir cosas de Ford, John Ford, siempre quedarán sus pelís. Segunda y última conferencia de Torres-Dulce. Como un torero miró al tendido, al final, agradeciendo el aplauso del público asistente en el auditorium de la Fundación March. Se volvieron a poner secuencias de algunas de sus pelis, esta vez si la famosa larga de Stagecoach. Me quedé pensando que hubiese dicho de Ford si yo fuese el conferenciante. Llegué a la pronta conclusión que nada, no diría nada... dejaría que hablase su obra. Cuando mencionó que el hombre del parche en el ojo siempre se ponía del lado de los desprotegidos, los que menos tienen, los que sufren, entendí que pensaba igual que Ford y tuve cierto pudor, menos mal que nadie lee mis pensamientos. Por un lado Ford no llegó a entrar en Annapolis y yo conseguí ingresar en Marin. Luego fue herido en el atolón de Midway y entre otras condecoraciones tenía un corazón púrpura en combate, junto a sus seis Oscar y el reconocimiento de los mejores del mundo en esa su profesión, vamos como don Alfredo. Ford vivió la Edad de Oro de Hollywood, llegó en el momento correcto una vez rechazado por la US Navy. Su experiencia con D. W. Griffith supuso un curso acelerado a un joven lleno de talento, sensibilidad e intuición, que se consideraba artista, que gustaba de los grandes artistas. El resto podrían ser poemas de Machado u otro poeta, Yeats le gustaba.
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