"Alá es grande". dicen los musulmanes fervientes.
Cassius Clay de pronto dijo, "Yo soy el más grande " y el mundo le creyó.
Al principio sonaba a fanfarronada de boxeador, pero luego hizo gracia y él hizo daño con sus golpes. Era rápido como el viento, ágil, diferente, su nariz también era diferente.
En los años dorados de Ibiza vi sus combates en televisión, un poco años dorados del boxeo, que no tenía tan mala prensa.
No le gustaba nada que le tocasen y el golpeaba y golpeaba los mismos lugares marcados del adversario, que se iba cayendo poco a poco, rindiéndose a su arte; cuando se utilizaba la expresión del arte del boxeo.
En el boxeo Olímpico, de la Roma eterna, consiguió la medalla de oro y ya me llamaba la atención, pero no era el nivel profesional. Quedaba por ver que sería contra esos tipos duros y rocosos que parecían "gruesos" comparados con Clay. Aquel tipo excéntrico en sus formas, llamado King, organizaba todo en Vegas, le organizó todos los combates del siglo posibles y el resto es historia.
Luego cambió de nombre,a Muhammad Alí, se hizo musulmán y en los movidos años sesenta en USA, alzó la voz como muchos Afro Americanos, deportistas famosos.
The New York Times le dedica su portada en una preciosa foto sin color y escribe sobre todos sus logros, en una vida que siempre acaparaba la atención mundial.
A mi me gustaba Alí con los ojos de un niño; le vi sonriendo y esquivando o golpeando y no era una película. Me gustaba el boxeo, en Hispania había buenos boxeadores que ganaban en Europa y alguna vez en el mundo, aunque el título les durase poco.
Para mí lo más espectacular eran los pesos medios. Cuando salió un tipo negro, guapete, de rostro impoluto, que bailaba en el peso pesado y atizaba de lo lindo, una y otra vez, nació algo que merecía la pena ver.
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