Pido disculpas, a mis ciudadanos, compatriotas, catalanes y restantes, incluso al de Waterloo, unas y otros, me confieso. Vi unas ráfagas de unos y otras en la televisión, en uno de esos errores fatales, traumáticos, que se cometen haciendo zapping y me quedé horrorizado: eran los de siempre en dos filas opuestas con el fantasma de Cristina Almeida o la imitación de Millán Salcedo. No estoy seguro de mi mismo.
Se supone que eran periodistas, gente de la comunicación, profesionales, expertos. Habían hecho entrevistas a candidatos.
Unos defendían a las izquierdas (creo) y los otros a las derechas (creo, o atacaban a las izquierdas) . Un esperpento sin calidad, una mezcla entre un mercados de verduras y una barra bar de desayunos en Alcázar de San Juan ( en la estación quiero decir).
Nada recomendable y al parecer de audiencia es lo máximo.
No es nada fácil encontrar las palabras adecuadas para decir algo. Primero hay que tener una idea clara de lo que se quiere decir, ahí reside la dificultad inicial, el punto de partida, porque en cualquier asunto se limitan a hacer comparaciones, mezclar pasado con presente o resaltar los errores. No se busca, o se logra, nada más que polémica o frustración. Como en el fútbol, sin contar el resultado, que es lo fundamental. Entre ellos se aguantan, también como jugadores de fútbol profesionales, aunque luego no tienen que compartir objetivos en una selección nacional. Se ve que unos se pueden caer mejor que otras y algunos no se soportan. En ocasiones (casi siempre con motivo de una intromisión en el discurso ajeno) se dicen: respetamé que yo te he escuchado sin interrumpirte. Es el gran argumento, la democracia en su expresión mas fina y pura. En ese momento se marcan las diferencias con la barra de un bar, donde la interrupción se produce para pedir otra caña, saludar a alguien, solicitar una de bravas o pegarle un grito al oponente y llamarle gilipollas. En este último caso todo puede acabar como el rosario de la aurora.
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