sábado, 10 de agosto de 2024

Bill el carnicero.

Me confieso un tanto cobarde, vamos sin cataplines, parte delicada donde las haya, como Puigdemont personaje indefinido. El tema de los cojones ha estado siempre presente en mi vida. Quizá venga de esa época de gente que había vivido una guerra, una pos guerra, perdido su juventud, visto morir gente. El caso es que se utilizaba también lo de este tipo es muy bragado, como Cantinflas, que curiosamente no tiene  nada que ver con los bemoles, no se decía muy calzoncillado, o si vaya usted a saber.

Mi madre nunca me dió criadillas de pequeño. Ya en mis juegos, con mis colegas, se ponía en cuestión lo de las pelotas con suma facilidad. No quiero contar los momentos absurdos, situaciones de peligro, donde lo único claro es la inteligencia escasa de que hacíamos gala. Siguió lo de los huevos como un mantra recurrente, una cuestión de bemoles. Los filósofos no hablaban de eso, no se como se dice en latín.

Mucho tenía que ver aquello de... el valor se le supone o como en el caso del abuelo cuyo nombre llevo, valor reconocido y múltiples veces. Luego está lo de la heridas en combate de diversa consideración y su trascendencia hasta el final a edad madura. Hablaban de alguien que por haber recibido un tiro en uno de ellos tenía tres o sea más que nadie.

He conocido hombres con un par, no demasiados, más mujeres aunque físicamente no los tenían. También he oido a muchos exhibirse presumir, alardear y rajarse a la hora de la verdad . A mi en mis pelis del Far West, Ford u otros, me gustaban los tipos tranquilos, que no alardean, que saben que llegará el momento, que a veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer y qué cojones si hay ue morir se muere.

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