jueves, 20 de marzo de 2014

Nace otra primavera.

Llega la primavera al hemisferio norte, en medio de esa desazón que lleva años impregnada en nuestro interior. La primavera es símbolo de vida y los antiguos la esperaban como el inicio del ciclo de la vida. Sin embargo, el arrogante hombre moderno no entiende de ciclos porque algunos tienen aires acondicionados a tope o confortables calefactores.
¿ Realmente hay desasosiego? o ¿Es la crisis? No sólo a causa de la crisis, que también, sino a causa del despiste y ritmo brutal que fija las prioridades en el tipo de smart phone, tableta, vestimenta, peinado, viajes, ocio o cualquier variedad técnica de los sentidos. Parece como si la velocidad del mundo actual nos sobrepasase, vamos metidos en un fórmula uno que responde más veloz que el Ferrari de Alonso, que no acaba de carburar, pero desconocemos quién lo controla.
Quizá todos esos acontecimientos como los de Crimea, las intenciones independentistas de algunos en Cataluña, la corrupción que empezó hace mucho y no acaba de hacerse justicia, el sufrimiento, los accidentes, todas esas noticias de impacto y presuntamente alarmantes y negativas que nos rodean no son nada nuevo. Y sobre todo el aburrimiento porque se da vueltas, una y otra vez, a la misma rotonda, sin acertar con la salida.
En medio de la carrera individual y colectiva ¿hacia dónde?
Hay quién se pone a pensar por un instante y habla de la felicidad, lo expone en un libro. Y resulta que alcanzar la felicidad no es tan difícil. La mayoría de las veces basamos la felicidad en cosas que hacen los demás y claro así es complicado, la influencia que tenemos es insignificante. Podemos congraciarnos con nosotros mismos en medio de nuestras limitaciones y hacer que nazca una primavera en nuestros corazones. De lo único que podemos responder es de nuestra conciencia ¿Se ha perdido la conciencia individual?

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