jueves, 13 de marzo de 2014

Un avión, trasplantes y un Papa.

Un avión sigue perdido, probablemente en el Océano Índico, porque puede que haya estado hasta cuatro horas volando, y se haya desplazado más de 2.000 millas náuticas ¿al oeste? Las familias esperan cada una llevando el dolor lo mejor que pueden, exigen una explicación en un mundo de tantos medios tecnológicos, tanto gasto y tanta presunción. La respuesta es la impotencia del silencio.
Y una cosa está clara, si esto sucede en el Golfo de México la presión sobre Washington no permitiría tantos silencios e incógnitas, pero el civilizado lejano Oriente es otra civilización, otra cultura en un mundo globalizado. Los expertos dicen que un avión de tales dimensiones puede desaparecer, cierto y en unos lugares más que en otros, aunque no suena a accidente y quizás las pistas estén en tierra y no en la mar o el aire.
En ese mundo, la vida tiene un precio, no sólo la muerte, que se puede comprar en un proceso complicado, ilegal y posible. Sólo hay que buscar a los malvados adecuados que permitan que un órgano de un cuerpo humano pase a otro y aparecen nuevos "empleos" de intermediarios y especialista que garantizan la calidad, seriedad y profesionalidad de la operación, nunca mejor dicho.
No no estamos locos, es el mundo en que vivimos, el extraordinario, la noticia que cubre páginas y horas para sustituir a absurdas recopilaciones, historias repetidas o invenciones cuando no hay nada que decir ¿ Y es que no hay nada qué contar?
Bueno, hay un hombre que se ha cambiado de nombre y se hace llamar Francisco, no ha cambiado nada dentro de si, es él mismo, un hombre profundo, reflexivo, imperfecto, sin ambiciones y en paz consigo mismo. Le han dado un cargo complicado. Hace lo que puede con la misma sencillez de siempre, procura llegar al corazón de todas las personas y no tiene miedo porque sus intenciones son sanas, sin egoísmos personales, es un hombre libre y liberado, no arrastra cadenas. Come en el mismo sitio de antes, duerme en la misma cama y sonríe igual.
Hay esperanza

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