lunes, 26 de enero de 2015

¿Tragedia versión Gracia clásica o pantomina moderna?

Grecia, sus islas, su mar, el valle de Naxos, en las Ciclades, te alejan del mundanal ruido; sin embargo parte del mundo y mucho de Europa miran hoy a Atenas.
Me llama la atención no ver nada sobre las elecciones griegas o su repercusión en la "Desunión Europea", en la portada del New York Times, al principio; luego si escriben, obviamente los gringos están a otro rollo. 
Ganó Syriza, triunfó la izquierda radical, un extremismo; otro populismo, que siempre son populares y acaparan atención y votos; normalmente no querría decir mucho, pero prometen que se acabó el sufrir y la humillación, fin a la austeridad, comienza una nueva era. Las promesas en política funcionan.
Llegó la hora de la verdad y de comprobar, si además de la teórica buena intención, la única salida intuida por una mayoría relativa es verdaderamente una solución. Seguramente piensan que peor no van a estar.
¿Qué es Grecia en realidad? ¿Se pueden hacer esas promesas? 
Se lo que fue, la cuna de aquello que cambió al mundo, la cultura en su esencia más pura, las artes, la filosofía, la búsqueda del ser humano, la sabiduría; y todavía se enseña Mitología en la escuela, pero no es lo mismo ahora. 
Conozco su tierra y sus islas, se decir algo en griego con acento local, pas allí días al año, siempre que puedo. He visto el deterioro, la dejadez, la cultura de hacer poco y coger mucho, la inutilidad de los políticos, el odio a Alemania, la hartez generalizada; no he visto una base sólida de futuro, si gente cansada que sabe a quién no iba a votar y esto es exportable porque hay caldo de cultivo por doquier. Es el voto de la decepción generalizada, pero ¿qué otra cosa podían hacer?
Lo que llaman "partidos clásicos" han sido un gran fracaso, una inutilidad; con la sensación de justificar unas prácticas generalizadas basadas en trabajar lo mínimo y ganar lo máximo, que el Estado se hace cargo.
En otros países, incluida España, donde hay mucho descontento se sueña con lo mismo, aunque las circunstancias sean diferentes. El ser humano, en general, no destaca por su originalidad y menos en masa.

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