miércoles, 23 de junio de 2021

Angelus.

En el Quai d' Orsay vi el cuadro de Millet, ese que tanto hemos visto, El Angelus, dos campesinos se detienen a rezar bajo el sol del mediodía. En mis clases del cole había un cura, profesor de religión, filósofo, teólogo, que gustaba de San Agustín, como uno de los más grandes teólogos, su inteligencia, sus pecados, su valor y su honestidad; contaba que como obispo de Hipona iba paseando por la playa del norte de África intentando comprender el misterio de la Santísima Trinidad, no conseguía entenderlo. Vio a un niño jugando en la arena, le peguntó que hacía, respondió que meter el agua de la mar en un agujero. Agustín le explicó, condescendiente, que era algo imposible, el chavalín respondió que más difícil sería que llegase a entender el misterio de Dios. Aquel muchacho desapareció. San Agustín buscó siempre la verdad. Yo no puedo ni aspirar a comparame, Hoy paseaba por la playa, viento fresquito, regular cariz, temporal que viene, nubes del este apresuradas, una de ellas cambiando de forma, me parecían imágenes claras, confusiones de mi mente o mis deseos. Miré el Casio, eran las 12, recé parado el Angelus. Es una oración muy sencilla, no soy yo Agustin, pero me di cuenta lo fundamental que es la fe; María, que hasta el Corán lo menciona, creyó sin dudar, incluso la versión a Mahoma es más dura que la sencilla, maravillosa, descripción de Lucas, el médico, el compañero de Pablo. Un ángel que habla, una mujer embarazada sin haber estado con un hombre, para Dios nada es imposible. Amén

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