martes, 29 de junio de 2021

Un francés llamado Jules.

Australia tiene unos cuantos contagios, cunde la alarma, los territorios, estados, pasan a una especie  de confinamiento, en Quensland será de 72 horas hasta el viernes, como todos los políticos los de aquí buscan el teórico equilibrio, he tenido que poner la televisión para enterarme; ha pillado en las dos semans de vacaciones de invierno, los viajes se han anulado. El mundo se nos ha hecho un poco más pequeño, en primer lugar porque se viaja mucho más, antes del coronavirus ahora es más complicado, y nos llenaban de imágenes de multitud de lugares que en un pasado reciente, demasiado cercano, sólo podíamos imaginarnos hojeando la Enciclopedia Británica; cuesta encontrar lo exótico, no digamos inexplorado o desconocido, esta pequeña o grande revolución ha llegado en poco tiempo; la aviación civil, transoceánica es la gran culpable, ya con la carrera espacial y la llegada a la luna se empezaron a establecer unos límites sin límites. Me alegro de haber crecido con tebeos, libros, algo de cine en blanco y negro, Julio Verne, su mundo. Este hombre me hizo soñar con ejemplos concretos, le llaman de ciencia ficción porque se imaginaba el futuro con cierta base científica fruto de sus conocimientos,  curiosidad, investigaciones, conversaciones con sabios no tan despistados, hoy es una especie de clásico. Eso de ir en un submarino "nuclear" por el fondo del mar, viajar en globo, cruzar la estepa rusa con una carta, encontrar el centro de la Tierra o dar la vuelta al mundo en 80 días y ganar la apuesta con una frialdad inglesa  y un error imperdonable en alguien casi perfecto, son historias que todavía nos hacen disfrutar para sobrellevar el llamado confinamiento.

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