martes, 22 de noviembre de 2022

Trancazo.

Llevaba tres inviernos sin disfrutar de mi pueblo. El covid-19 como su propio nombre indica es de 2019 allá apareció en la lejana China, en un mercado, o como algunos dicen en un laboratorio, ya va para tres años desde los primeros indicios. Hubo sus tiempos de pánico, sus muertes que todavía suceden, no sé si el ser humano llegó a creerse que era inmortal o se sintió ofendido preguntándose ¿por qué me sucede a mi esto? El mismo ser humano, o algunos científicos, lograron una vacuna en tiempo record, hubo sus periodos de enclaustramiento casero, mascarillas diversas,  cambios en las rutinas, nacieron menos niños en el mundo, me pareció un milagro que África el continente donde hay más probreza, miseria, ausencia de lo esencial no fuese el más castigado, a Dios gracias. ha habido mucho efectos colaterales al cambio de los usos y costumbres, menos besos en España, los fríos sajones a lo suyo, los japoneses educados siempre. En mi caso no he tenido un resfriado de los de antes, gripe o como se llame, nada de mesa camilla, sopitas, una cama caliente, un buen coñac, calcetines gordos, sudar como un piojo, tebeos con un bocadillo que luego caían migas entre las sábanas, moqueo continuo, nada de antigripales de las FFAA que ya desaparecieron después de cambiar su color amarillo por el blanco y perforar menos el estómago. Los estornudos no son lo que eran, como el covid, el bidet o la máquina de cortar jamón ya nada es lo que era. Sin nostalgia, por favor, que envejece el alma.


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