He comenzado el libro de Ricciotti, su clásico de 1941,de nuevo, propio de Semana Santa, lo leo con un plano de Jerusalń siglo I y de la Palestina de esos tiempos, anoto cosas, parece mentira lo que ocurrió en tan cortas distancias. Mientras en una iglesia, que lleva mi nombre, del cual todavía logro acordarme, Evangelio de San Marcos, con tres sacerdotes, párroco y dos extranjeros que leen con esfuerzo, en los diferentes papeles. Mucha gente en esa iglesia de privilegiados. Me viene bien, recordar viene bien. Los fieles ¿lo son? ¿son fieles?, se van sentando cansados, edad y otras vicisitudes . El párroco quiere recordar el momento lo que se conmemora, Dios que lee nuestra alma lo ve todo. Puedo ver por la tarde a un niña que habla sabiendo lo que dice y habla poco, es como un soplo, una gracia, un regalo, inmerecido sin duda. Ya más adelante me paseo, esta vez con música, pueblo vacío. Llegan canciones. alguna me recuerda a buenos amigos, momentos ¿dónde estarán? Suena "Bye Bye love" de "All that jazz". Pink Floyd "The wall". Y me alegro de haberles conocido, creo que nunca se lo dije porque es una mariconada, pero ellos, que eran fieles, lo escucharán ahora. Tenía razón el párroco, es muy sano recordar aquellos hechos históricos de Jerusalén, llenos de matices que como dice San Pablo acaban en una semana de la única forma posible que lo cambia todo.
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